martes, 31 de agosto de 2010

L'AMOR ÉS CEC.

Estic al metro i s’asseuen al meu costat una dona i una xiqueta. No tarde en adonar-me’n que són mare i filla. Les dos estan molt contentes i es fan bromes. La xiqueta és molt espavilada.

És en aquestos moments quan el meu cervell comença a pensar en què bonic és veure a una mare soltera cuidant de la seua filla i que les dos estiguen tan contentes i tan unides.

Si l’amor fos una matèria tangible, un producte material que es poguera repartir com un pastís de xocolate, aquestes dos personetes se’l repartirien al cinquanta per cent. De la mateixa manera que si hi haguera una tercera persona ja s’haurien de repartir aquesta estima en tres parts, i tocarien a menys. Aquest amor seria menys compacte i estaria més dividit.

Continue parant l’orella mentre el metro avança i escolte:

“Eres la xiqueta més guapa del món”.

I pense; “en aquest moment aquesta dona només té ulls i cor per a la seua filla”.

Comencen a derruir-se totes les teories de la familia tradicional, la de la figura paternal i maternal. Aquest nucli familiar format per dos membres que s’asseu a escassos centímetres de mi és encara més fort que no un format per tres o més membres.

“Però jo no sóc la més guapa del món”.

Sent aquestes paraules des de l’altra banda dels seients mentre el metro aplega a una altra de les seues estacions.

I mentre intentava seguir amb les meues reflexions sobre l’amor i la família, una altra frase de la xiqueta em va fer tocar de peus a terra:

“No sóc la més guapa del món perquè el papa diu que ho eres tú”.

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“L’amor no és finit. No és tangible.
Pots repartir-lo en la quantitat i la qualitat que vulgues a qui i a quants vulgues”.

Dedicat a la meua rosa dels vents;
La meua família.

Barcelona, agost 2010.

miércoles, 11 de agosto de 2010

CAUSAS DEL ABSENTISMO ESCOLAR (sin revisar ni corregir)

Llevo tres semanas en el nuevo curso. Es horrible, como cada nuevo curso. Lo mejor que tiene es el timbrazo final, el que nos da las alas de libertad, el que nos deja marcharnos de aquel lugar. Llevo tres semanas y cuando pienso que aún me quedan ocho meses me cortaría las venas con la tiza de la pizarra.

Pero el problema no viene porque que lleve tres semanas y ya esté aborrecido del colegio, no. Viene porque cada vez que suena el timbre anunciando que son las 13.00 Madrid GTM, y me puedo ir a casa resulta que mi mochila no quiere, y no quiere porque se ha enamorado de la percha que la sujeta durante todo el día. “Claro” pienso yo, “todo el día juntos, durante 4 horas… el roce hace el cariño”. Pero me jode, porque no puedo volver a casa enseguida. Me cuesta casi media hora cada día que las asas de mi mochila Nike se despeguen de aquel trozo de metal inerte (igual que mi mochila) y nos podamos ir a casa.

Ahora de camino a casa estoy pensando la manera de poder acabar con este suplicio que me cobra 30 minutos de horas extra en el colegio. He pensado en no llevar más la mochila a clase, pero la industria editorial, los profesores y los fabricantes de material escolar se han puesto de acuerdo para que esto no sea viable. Con tanto libro de texto, uno por asignatura, a no ser que tengas workbook que se convierte en dos, es una carga imposible para llevarla con las dos manos humanas de un niño de 11 años.

He pensado en cambiar de mochila, llevarme una antigua que tengo. Pero no creo que sea la solución y es que yo creo que mi mochila actual es macho y las asas hembras, y que por eso se quieren, y mi antigua mochila es hembra, pero claro… tal como está el tema de la homosexualidad y lo irascible que está la sociedad con esto, es muy probable que esta mochila se enamore también de las asas y que me caiga algún castigo divino (no cristiano) por fomentar la homofobia.

Estoy hecho un lío. Llego a mi casa y pienso en contárselo a mis padres, pero descarto de inmediato ésta idea. Me parece ridícula:

- Papá, mamá, que siempre tardo en llegar del cole porque mi mochila se ha enamora…. (me da hasta vergüenza pensarlo).

Así que me acabo el plato de lentejas que mi madre ha preparado. “Tienen hierro, y eso es bueno para los estudios”, dice siempre que me ve la cara de asco. “El hierro que yo sepa es bueno para barandillas, para ortodoncias y para meterlo por el culo de los pollos que con patatas comemos cada domingo”. Me subo a mi habitación y sigo dándole vueltas al tema de cómo arreglar la relación tan escandalosa que han empezado a entablar mi mochila y el asa de la percha de mi clase.

Como me parece una cosa inverosímil, lo que hago es pensar en hechos reales que puedan darle una explicación a éste fenómeno. Pienso y miro en las correas de la mochila por si tienen un chicle pegado que es el que hace que se una tan férreamente a la percha. Descartado. No existe tal chicle. Quizá… no, tampoco. Descartado.

Está claro. Lo que hay es amor entre la tela mochilera y el frío hierro aguanta prendas. Y cuando digo esto se me enciende una luz: “No está enamorada mi mochila de la percha ni viceversa… son los materiales los que se quieren”. EUREKA!

La mañana siguiente llego al colegio 5 minutos antes, para hablar con el conserje.

- Genaro- le digo. -Tengo un problema de amor que creo que tú podrás solucionar- Termino.
- No me jodas niño. Que el año pasado ya tuve bastantes líos cuando los profesores se pensaban que le tiraba los tejos a la preciosa, sonriente, pizpireta y prometedora niña de 1º de primaria… - Me quedé con los ojos a platos. Y sacudiendo la cabeza para ver si así salía de mi cerebro esa asquerosa imagen (no soportaba a esa niña) le dije que la cosa no iba por ahí. Así que le conté la historia del idilio entre mi mochila y la percha y después de unos segundos de reflexión, Genaro empezó a partirse el culo. “Otro que no me cree” pensé.
- ¿Tu qué te crees que esto es el IKEA? Aquí no podemos ir cambiando el mobiliario por las buenas, no hay presupuesto. Si no hubierais pedido ese dispensador de revistas porno el año pasado a lo mejor algo se podría haber hecho, pero no hay dinero. Así que espero que tu mochila y la percha sean muy felices y que tengan muchas percha-mochilas que seguro que es un producto que algún empresario ya ha pensado-

Me quedé a cuadros. Se había creído la historia. No me tomaba por un loco. Pero tampoco me había solucionado el problema. Y yo pasaba de quedarme cada día media hora más en el colegio por culpa de un amor pasajero y adolescente. Así que tomé medidas drásticas.

Todos los días saldría de casa. Me dirigiría al colegio pero no pensaba entrar, así no me tendría que pelear con mi mochila. Y llegaría a casa a tiempo. Yo contento por no ir a la escuela. Mis padres también por tenerme en casa a la hora. Y la humanidad también porque cortaría de raíz lo que pudiera haber sido un monstruo: una mochi-percha.

sábado, 7 de agosto de 2010

Copy para VEET. Piernas suaves en 3 minutos. (texto para mujeres)

¿Recuerdas cuándo eras una niña y tan sólo te preocupaba tener más muñecas que la vecina de al lado, o de tener más novios que tu compañera de clase, o de poder comer más chocolate que verduras y de que tu hermano mayor no te quitara los juguetes de la habitación?

Ahora te parecería perfecto tener ese tipo de preocupaciones y no de depender de que si vas depilada te puedes poner falda y de que si no te has depilado con unos pantalones ya está bien.

De más mayor esto te preocupaba un poco más, porque en esa difícil edad entre los 12 y los 14 años (puede ser que tú lo hayas vivido antes o incluso después) empiezan a aparecerte esos pelos por el cuerpo que afean esas finas y limpias piernas de muñeca de porcelana que pocos meses atrás lucías sin vergüenza y sin preocupación.

Y ese fatídico día en el que el que alguien de tu clase te señala y dice: “¡mirad, tiene pelos en las piernas!” y la consecuente risotada de los demás. Llegas a casa y te amparas bajo la sonrisa comprensiva de tu madre que te entiende y se siente en la obligación materna de enseñarte las técnicas para hacer desaparecer ese vello que tan poca importancia le dabas, que ni lo habías notado, que no te suponía ningún impedimento para seguir llevando esa faldita de flores estampadas que tu abuela te había regalado y que te gustaba tanto.

Te sentías un poco más mayor que las demás amigas que aún no se habían depilado nunca. Y te gustaba. Te hacía sentir importante. Las mirabas por encima del hombro e incluso te enorgullecías de esas heridas de guerra que producían las cuchillas. Cosa que por descontado nunca harías ahora y tendrías que ponerte pantalones bien largos para disimularlas.

Uno de los peores momentos que recuerdas de tu adolescencia es aquel último día de clase, finales de junio, cuando tenías 17 años y te habías puesto esos pantalones tejanos largos, porque ya llevabas muchas semanas llevando falda y te parecía que causarías impresión llevando pantalones largos.

Además no hacía falta depilarte y eso era también mucho más cómodo. Pero a ti nadie te había avisado que Silvia había organizado una comida de despedida del curso en su casa con PISCINA. No estabas depilada. Sentías que no podías faltar a esa cita, iban a ir todas, y todos claro. No podías faltar. Tenías que sospesar qué pesaba más; si no ir a la reunión social más importante hasta la fecha o ir mostrando esos pelos que hacían tan poco femeninas tus piernas. Evidentemente no podías enseñar esas piernas. Alegaste viaje familiar y que a la próxima no fallarías.

Depilar era palabra tabú para el sexo contrario. Ya que ellos no podían saber que hacías algo para tener esas piernas. Ellos tienen pelos y vosotras no. Eso es así. Por esta razón cuando en las primeras citas con tu primer novio te llamaba y te decía: “Paso por ti en 10 minutos”. No le podías contestar que se esperara porque tenías que depilarte. Qué poco romántico. “Pasa un poco más tarde que mis padres aún están en casa”.
La depilación empieza a formar parte de tu vida, y le das una importancia que antes no concebías que tuviera. Para ti no existen las 4 estaciones del año. No te depilas para no pasar calor y tampoco dejas de depilarte para cubrirte del frío. Si esa falda te sienta tan bien, te hace las piernas tan bonitas y es 14 de enero da igual. Te depilas y te la pones.

Con el paso de los años has pasado de no darle ninguna importancia a esos inofensivos pelos que te crecían en las piernas a hacer de la depilación un tema de conversación con tus amigas y compañeras de trabajo. Aunque más que hablar de la depilación lo hacéis de la mala depilación o de la escasez de la misma.

“¿Habéis visto a Mariví? Cuando anda se le sube un poco la falda y se le ven unos pelos negros que a mi me daría mucha vergüenza enseñar”. Comentas de la nueva secretaria del jefe, que es muy guapa, muy joven, muy simpática pero se depila sólo hasta por encima de las rodillas. Por dios, que horterada.

Ahora cada vez que te acabas de depilar y te pones esa falda que tan bien te sienta te miras orgullosa en los escaparates y en las marquesinas de los autobuses y en todos esos sitios que se reflejan esas piernas tuyas suaves y que cada vez que apoyas el pie en el suelo se te marca el gemelo y piensas “y lo orgullosa que me siento de mis piernas oye”.

No te habrás dado cuenta pero en el tiempo que has tardado en leer este texto te podrías haber depilado y olvidarte de esos pelos que hacen que tus piernas no sean tan suaves.

VEET PIERNAS SUAVES EN 3 MINUTOS.