lunes, 16 de mayo de 2011

Participació en el blog cultural ESQUINCE. El mes de maig era sobre catástrofes naturals.

No cojo el coche para ir a trabajar. Voy andando porque no hay demasiada distancia desde mi casa, unos quince minutos más o menos. Me gusta el paisaje que se ve a derecha y a izquierda cuando paso por el puente que separa mi calle de la calle de mi trabajo, se ven las montañas llenas de árboles; verdes en primavera y en verano, marrones y ocres en otoño e invierno. Tenemos suerte la gente que vivimos aquí, los árboles que nos rodean son de hoja perenne, y eso nos permite contemplar el cambio cromático que nos ofrecen año tras año.

Pero esta mañana he visto un color que nunca había visto y que no favorece nada a los árboles ni al paisaje en general. El gris. Las ramas de los árboles y las hojas de los arbustos se han convertido en ceniza, en humeantes siluetas dirección al cielo. Se ha quemado la montaña. Han quemado la montaña.

Trabajo en una agencia de publicidad y me dedico a persuadir a la gente para que compre tal cosa, vote a tal candidato o haga lo que el anunciante le apetezca que la gente haga.

La visión del monte quemado de esta mañana me ha dejado tocado, triste. Y he pensado que voy a ponerle remedio. He pensado en crear un anuncio para concienciar a la gente de lo peligroso que puede resultar, para el ser humano, la desaparición de los bosques.

En la hora de la comida me he quedado en la oficina para investigar sobre los incendios y he encontrado un dato espeluznante: “El 96% de los incendios forestales los provoca el ser humano.” Si antes estaba cabreado por el elemento fuego que ha acabado con la vegetación de los montes que rodean esta ciudad, ahora mi enfado se centra en el ser humano, capaz de suicidarse lentamente haciendo desaparecer lo que le da la vida. El oxígeno. El poder respirar.

He escogido la radio para emitir este mensaje. La radio es un buen medio, por la mañana y por la noche la gente la escucha atentamente, le interesa lo que le cuenta.

Me he puesto manos a la obra.

CUÑA NÚMERO 1

Locutor 1: Muebles El Sofá Cansado presenta sus productos para la temporada…

SFX: ffffgghhhhrfffggggrrrrhh…

Locutor 2: Disculpadnos por interrumpir vuestra emisión. Soy el pino canario, hablo en representación de toda la flora y fauna de nuestros bosques. Mi amigo el guarda forestal me ha dejado usar su walkie para comunicaros una buena y una mala noticia. Empecemos por la mala, y es que el 96% de los incendios que sufrimos los provocáis vosotros. Y la buena es, que por la misma regla de tres, vosotros tenéis el poder de evitar el 96% de los incendios. Así que quedaros con la buena noticia y colaborad en la conservación de los bosques. Cambio y corto.

CUÑA NÚMERO 2.

Voz 1 (niño): Normas de la casa árbol: no podrán entrar padres, hay que decir la contraseña, prohibido chicas, los nuevos tienen que traer canicas, los jefes de la cabaña somos Carlos, Alberto y Martín. Quien no cumpla estas normas se comerá lo que le digamos.

Voz 2: No sabemos qué motivos te llevan a disfrutar de un árbol. Pero sí sabemos que el 96% de los incendios forestales son provocados por el ser humano. Por lo tanto, podemos evitar el 96% de los incendios.

Por ahora tengo esto. Mañana seguiré trabajando hasta encontrar algo que realmente sugestione y sorprenda a la gente. Ahora, de camino a casa, asesinaré a alguien. Así los árboles que quedan en el mundo tienen menos vidas que mantener

jueves, 16 de septiembre de 2010

Platònicant Estimant.

Et veig molt a prop quan intente no mirar-te,
i em resulta fàcil anar passant els dies,
mentre no tinga per bandera recordar-te
ni seguir comptant les pigues que tenies.

Busque en altres pells la manera de no trobar-te,
normalment m’és igual pells més joves o no tant cries.
El que realment fa por és que pugues reencarnar-te
i la meua ànima tocar-te algun d’aquestos dies.

Conscientment Ítaca l’he passada de llarg,
per res del món volia el teu sabor amarg.
Preferia, centenars de vegades abans,
poder intentar, sense aconseguir-ho, besar-te les mans.

No sospites, ni sabràs qui és el que et parla.
I si trobes cap pista, no tractes d’agafar-la,
perquè jo intente buscar-te entre llargs glops de vi
de la mateixa manera que tu ho fas amb mi.

lunes, 6 de septiembre de 2010

6 HAIKUS

RECUERDOS

Parque con bancos.
Hábitat de los jóvenes.
Buenos recuerdos.

HAIKU

Siete menos dos,
Catorce menos nueve,
Matemática.

BAILE DE INSTITUTO

Allí en la puerta,
Vestida como un beso,
Dado con amor.

INVIERNO

Gravedad fría,
Caminos empolvados.
¿No será nieve?

HORIZONTE

Ojos rojizos,
Mejillas sonrosadas.
Atardece sin el Sol.

MANZANA

Adán provocó.
La serpiente la ofreció.
Y Eva pecó.

martes, 31 de agosto de 2010

L'AMOR ÉS CEC.

Estic al metro i s’asseuen al meu costat una dona i una xiqueta. No tarde en adonar-me’n que són mare i filla. Les dos estan molt contentes i es fan bromes. La xiqueta és molt espavilada.

És en aquestos moments quan el meu cervell comença a pensar en què bonic és veure a una mare soltera cuidant de la seua filla i que les dos estiguen tan contentes i tan unides.

Si l’amor fos una matèria tangible, un producte material que es poguera repartir com un pastís de xocolate, aquestes dos personetes se’l repartirien al cinquanta per cent. De la mateixa manera que si hi haguera una tercera persona ja s’haurien de repartir aquesta estima en tres parts, i tocarien a menys. Aquest amor seria menys compacte i estaria més dividit.

Continue parant l’orella mentre el metro avança i escolte:

“Eres la xiqueta més guapa del món”.

I pense; “en aquest moment aquesta dona només té ulls i cor per a la seua filla”.

Comencen a derruir-se totes les teories de la familia tradicional, la de la figura paternal i maternal. Aquest nucli familiar format per dos membres que s’asseu a escassos centímetres de mi és encara més fort que no un format per tres o més membres.

“Però jo no sóc la més guapa del món”.

Sent aquestes paraules des de l’altra banda dels seients mentre el metro aplega a una altra de les seues estacions.

I mentre intentava seguir amb les meues reflexions sobre l’amor i la família, una altra frase de la xiqueta em va fer tocar de peus a terra:

“No sóc la més guapa del món perquè el papa diu que ho eres tú”.

-------------------------------------------------------------------------------------

“L’amor no és finit. No és tangible.
Pots repartir-lo en la quantitat i la qualitat que vulgues a qui i a quants vulgues”.

Dedicat a la meua rosa dels vents;
La meua família.

Barcelona, agost 2010.

miércoles, 11 de agosto de 2010

CAUSAS DEL ABSENTISMO ESCOLAR (sin revisar ni corregir)

Llevo tres semanas en el nuevo curso. Es horrible, como cada nuevo curso. Lo mejor que tiene es el timbrazo final, el que nos da las alas de libertad, el que nos deja marcharnos de aquel lugar. Llevo tres semanas y cuando pienso que aún me quedan ocho meses me cortaría las venas con la tiza de la pizarra.

Pero el problema no viene porque que lleve tres semanas y ya esté aborrecido del colegio, no. Viene porque cada vez que suena el timbre anunciando que son las 13.00 Madrid GTM, y me puedo ir a casa resulta que mi mochila no quiere, y no quiere porque se ha enamorado de la percha que la sujeta durante todo el día. “Claro” pienso yo, “todo el día juntos, durante 4 horas… el roce hace el cariño”. Pero me jode, porque no puedo volver a casa enseguida. Me cuesta casi media hora cada día que las asas de mi mochila Nike se despeguen de aquel trozo de metal inerte (igual que mi mochila) y nos podamos ir a casa.

Ahora de camino a casa estoy pensando la manera de poder acabar con este suplicio que me cobra 30 minutos de horas extra en el colegio. He pensado en no llevar más la mochila a clase, pero la industria editorial, los profesores y los fabricantes de material escolar se han puesto de acuerdo para que esto no sea viable. Con tanto libro de texto, uno por asignatura, a no ser que tengas workbook que se convierte en dos, es una carga imposible para llevarla con las dos manos humanas de un niño de 11 años.

He pensado en cambiar de mochila, llevarme una antigua que tengo. Pero no creo que sea la solución y es que yo creo que mi mochila actual es macho y las asas hembras, y que por eso se quieren, y mi antigua mochila es hembra, pero claro… tal como está el tema de la homosexualidad y lo irascible que está la sociedad con esto, es muy probable que esta mochila se enamore también de las asas y que me caiga algún castigo divino (no cristiano) por fomentar la homofobia.

Estoy hecho un lío. Llego a mi casa y pienso en contárselo a mis padres, pero descarto de inmediato ésta idea. Me parece ridícula:

- Papá, mamá, que siempre tardo en llegar del cole porque mi mochila se ha enamora…. (me da hasta vergüenza pensarlo).

Así que me acabo el plato de lentejas que mi madre ha preparado. “Tienen hierro, y eso es bueno para los estudios”, dice siempre que me ve la cara de asco. “El hierro que yo sepa es bueno para barandillas, para ortodoncias y para meterlo por el culo de los pollos que con patatas comemos cada domingo”. Me subo a mi habitación y sigo dándole vueltas al tema de cómo arreglar la relación tan escandalosa que han empezado a entablar mi mochila y el asa de la percha de mi clase.

Como me parece una cosa inverosímil, lo que hago es pensar en hechos reales que puedan darle una explicación a éste fenómeno. Pienso y miro en las correas de la mochila por si tienen un chicle pegado que es el que hace que se una tan férreamente a la percha. Descartado. No existe tal chicle. Quizá… no, tampoco. Descartado.

Está claro. Lo que hay es amor entre la tela mochilera y el frío hierro aguanta prendas. Y cuando digo esto se me enciende una luz: “No está enamorada mi mochila de la percha ni viceversa… son los materiales los que se quieren”. EUREKA!

La mañana siguiente llego al colegio 5 minutos antes, para hablar con el conserje.

- Genaro- le digo. -Tengo un problema de amor que creo que tú podrás solucionar- Termino.
- No me jodas niño. Que el año pasado ya tuve bastantes líos cuando los profesores se pensaban que le tiraba los tejos a la preciosa, sonriente, pizpireta y prometedora niña de 1º de primaria… - Me quedé con los ojos a platos. Y sacudiendo la cabeza para ver si así salía de mi cerebro esa asquerosa imagen (no soportaba a esa niña) le dije que la cosa no iba por ahí. Así que le conté la historia del idilio entre mi mochila y la percha y después de unos segundos de reflexión, Genaro empezó a partirse el culo. “Otro que no me cree” pensé.
- ¿Tu qué te crees que esto es el IKEA? Aquí no podemos ir cambiando el mobiliario por las buenas, no hay presupuesto. Si no hubierais pedido ese dispensador de revistas porno el año pasado a lo mejor algo se podría haber hecho, pero no hay dinero. Así que espero que tu mochila y la percha sean muy felices y que tengan muchas percha-mochilas que seguro que es un producto que algún empresario ya ha pensado-

Me quedé a cuadros. Se había creído la historia. No me tomaba por un loco. Pero tampoco me había solucionado el problema. Y yo pasaba de quedarme cada día media hora más en el colegio por culpa de un amor pasajero y adolescente. Así que tomé medidas drásticas.

Todos los días saldría de casa. Me dirigiría al colegio pero no pensaba entrar, así no me tendría que pelear con mi mochila. Y llegaría a casa a tiempo. Yo contento por no ir a la escuela. Mis padres también por tenerme en casa a la hora. Y la humanidad también porque cortaría de raíz lo que pudiera haber sido un monstruo: una mochi-percha.

sábado, 7 de agosto de 2010

Copy para VEET. Piernas suaves en 3 minutos. (texto para mujeres)

¿Recuerdas cuándo eras una niña y tan sólo te preocupaba tener más muñecas que la vecina de al lado, o de tener más novios que tu compañera de clase, o de poder comer más chocolate que verduras y de que tu hermano mayor no te quitara los juguetes de la habitación?

Ahora te parecería perfecto tener ese tipo de preocupaciones y no de depender de que si vas depilada te puedes poner falda y de que si no te has depilado con unos pantalones ya está bien.

De más mayor esto te preocupaba un poco más, porque en esa difícil edad entre los 12 y los 14 años (puede ser que tú lo hayas vivido antes o incluso después) empiezan a aparecerte esos pelos por el cuerpo que afean esas finas y limpias piernas de muñeca de porcelana que pocos meses atrás lucías sin vergüenza y sin preocupación.

Y ese fatídico día en el que el que alguien de tu clase te señala y dice: “¡mirad, tiene pelos en las piernas!” y la consecuente risotada de los demás. Llegas a casa y te amparas bajo la sonrisa comprensiva de tu madre que te entiende y se siente en la obligación materna de enseñarte las técnicas para hacer desaparecer ese vello que tan poca importancia le dabas, que ni lo habías notado, que no te suponía ningún impedimento para seguir llevando esa faldita de flores estampadas que tu abuela te había regalado y que te gustaba tanto.

Te sentías un poco más mayor que las demás amigas que aún no se habían depilado nunca. Y te gustaba. Te hacía sentir importante. Las mirabas por encima del hombro e incluso te enorgullecías de esas heridas de guerra que producían las cuchillas. Cosa que por descontado nunca harías ahora y tendrías que ponerte pantalones bien largos para disimularlas.

Uno de los peores momentos que recuerdas de tu adolescencia es aquel último día de clase, finales de junio, cuando tenías 17 años y te habías puesto esos pantalones tejanos largos, porque ya llevabas muchas semanas llevando falda y te parecía que causarías impresión llevando pantalones largos.

Además no hacía falta depilarte y eso era también mucho más cómodo. Pero a ti nadie te había avisado que Silvia había organizado una comida de despedida del curso en su casa con PISCINA. No estabas depilada. Sentías que no podías faltar a esa cita, iban a ir todas, y todos claro. No podías faltar. Tenías que sospesar qué pesaba más; si no ir a la reunión social más importante hasta la fecha o ir mostrando esos pelos que hacían tan poco femeninas tus piernas. Evidentemente no podías enseñar esas piernas. Alegaste viaje familiar y que a la próxima no fallarías.

Depilar era palabra tabú para el sexo contrario. Ya que ellos no podían saber que hacías algo para tener esas piernas. Ellos tienen pelos y vosotras no. Eso es así. Por esta razón cuando en las primeras citas con tu primer novio te llamaba y te decía: “Paso por ti en 10 minutos”. No le podías contestar que se esperara porque tenías que depilarte. Qué poco romántico. “Pasa un poco más tarde que mis padres aún están en casa”.
La depilación empieza a formar parte de tu vida, y le das una importancia que antes no concebías que tuviera. Para ti no existen las 4 estaciones del año. No te depilas para no pasar calor y tampoco dejas de depilarte para cubrirte del frío. Si esa falda te sienta tan bien, te hace las piernas tan bonitas y es 14 de enero da igual. Te depilas y te la pones.

Con el paso de los años has pasado de no darle ninguna importancia a esos inofensivos pelos que te crecían en las piernas a hacer de la depilación un tema de conversación con tus amigas y compañeras de trabajo. Aunque más que hablar de la depilación lo hacéis de la mala depilación o de la escasez de la misma.

“¿Habéis visto a Mariví? Cuando anda se le sube un poco la falda y se le ven unos pelos negros que a mi me daría mucha vergüenza enseñar”. Comentas de la nueva secretaria del jefe, que es muy guapa, muy joven, muy simpática pero se depila sólo hasta por encima de las rodillas. Por dios, que horterada.

Ahora cada vez que te acabas de depilar y te pones esa falda que tan bien te sienta te miras orgullosa en los escaparates y en las marquesinas de los autobuses y en todos esos sitios que se reflejan esas piernas tuyas suaves y que cada vez que apoyas el pie en el suelo se te marca el gemelo y piensas “y lo orgullosa que me siento de mis piernas oye”.

No te habrás dado cuenta pero en el tiempo que has tardado en leer este texto te podrías haber depilado y olvidarte de esos pelos que hacen que tus piernas no sean tan suaves.

VEET PIERNAS SUAVES EN 3 MINUTOS.

lunes, 22 de marzo de 2010

Primer "trabajito" para Zink!Project...

El cuento de porqué mis vecinos de arriba pueden invitar a tanta gente a cenar e incluso a dormir y yo no.

Nosotros cinco somos una familia aparentemente feliz. Cuando paseamos por la calle la gente que nos mira seguro que piensa: “Míralos que monos, cuanta felicidad familiar se debe respirar en esa casa”. Y es normal que lo piensen, mi mujer Marta y yo tenemos 3 criaturas increíbles;

Hugo, que es el mayor, está ya en 6º de primaria, el año que viene empieza el instituto y es un niño muy inteligente. Le gusta la naturaleza, colecciona piedras y almejas de playa, tiene pósters de Koalas y de Pingüinos que decoran las paredes de su cuarto, y cuando queda con sus amiguitos en vez de ir a jugar al futbol o a comprarse chucherías va al cine y a ver exposiciones fotográficas. Es un encanto de niño y lo queremos mucho.

Ana es la niñita de la familia, tiene 10 años. Es muy guapa y le gusta siempre vestirse como su madre, más de una vez la hemos pillado probándose sus tacones, sus faldas, incluso sus sujetadores y pinta labios. Es una niña muy avanzada y madura para la edad que tiene. Es una apasionada de la lectura y le encantan las revistas del corazón, se sabe los nombres de todos los famosos, desde Paquirrín hasta Coto Matamoros pasando por David Hasselhoff y Jesulín de Ubrique.

Y la perla de la casa se llama Pablo. Tiene 6 meses, es muy rubio muy rubio como ninguno de la familia, pero ya se sabe, que de pequeños son muy rubios y después con el tiempo van cambiando. Seguro que será futbolista, porque mi mujer Marta, dice que pegaba muchas patadas cuando estaba en la barriguita.

Vivimos en un piso muy bonito, tiene un salón muy grande, una cocina muy bien equipada con vitrocerámica y nevera de acero inoxidable, dos baños y tres habitaciones. La de matrimonio es para Marta y para mí, la más pequeñita es la de Hugo, que como es el mayor tiene que tener un poco más de intimidad, y la otra la comparten la cama de Ana y la cuna de Pablo. Esa es una habitación monísima, la mitad está pintada de rosa para Ana y la otra mitad es de color azul para Pablo.

Como podéis ver somos una familia feliz, normal, con unos hijos felices y normales y con una vida y una casa feliz y normal.

Yo siempre había pensado que no se podía ser más feliz. ¿Qué más podría querer? Tenía una casa estupenda y tres preciosos hijos con la mujer de mi vida.

Pues bien, sigo teniendo esta vida y esta familia de ensueño, pero por otra parte me siento vacío, triste y acomplejado.
Y todo viene por culpa de una mudanza. Más concretamente de la mudanza de los nuevos vecinos de arriba. Una pareja de unos 25 años muy sonrientes y extrovertidos; Carlos y Elena son sus nombres, y hace una semana que viven en el piso de arriba del nuestro, es decir son la pareja que literalmente pisa nuestro techo. Se les ve siempre tan felices, tan jóvenes, tan simpáticos que dan ganas de vomitar.

El problema con nuestros vecinos y la duda de mi existencialismo viene porque el sábado pasado vino Elena - la joven de cabello negro hasta mitad de espalda, de ojos verdes con unas curvas espectaculares, un estilo de vestir inimitable y una sonrisa al alcance de pocos anuncios de dentífrico - y llamó a nuestra puerta.

-¿Te puedo ayudar en algo?- le pregunté mientras intentaba mantener mis ojos paralelos a los suyos, dejando de pensar en “no lleva sostén, no lleva sostén…”

- No, gracias, venía a invitaros a una fiesta que hemos preparado Carlos y yo en nuestro piso para inaugurar el nuevo hogar- Respondió ella mostrando unos dientes tan blancos que podía ver mis incipientes entradas reflejadas en ellos.

- Ehmmm, pues… - titubeé yo mirando hacia atrás y viendo a mi esposa con Pablo en brazos, Ana caminando con los tacones de su madre y Hugo sentado en medio del pasillo leyendo Matilda por quinceava vez. – Muchas gracias por la invitación, pero es que no tenemos con quién dejar a los niños y…- terminé diciendo mientras agachaba la cabeza en síntoma de rendición.

- Bueno, no te preocupes, seguro que hacemos muchas más y ya podréis venir- dijo Elena sin dejar de sonreír. – Ah! Y por los niños no os preocupéis, no armaremos demasiado escándalo – Ahora sí que había terminado la invitación, la conversación, la divina visión de aquel cuerpo y cualquier posibilidad de hacer algo distinto un sábado por la noche.

Después de este diálogo me fui hacia el salón, me senté en el sofá y pensé: “no me molesta para nada la familia que tengo, quiero a mi mujer, a mis hijos y la vida que llevo, pero también quiero invitar a mis amigos a cenar y que se emborrachen aquí y que se puedan quedar a dormir…”

Entonces vino Marta, mi mujer a consolarme y a ponerme los pies en la tierra:
- No te preocupes cariño, algún día llamaremos a mi madre, que se quede con los niños y podremos ir a cenar por ahí- La dulzura de su tono me tranquilizó. Pero yo lo que realmente quería era ejercer de anfitrión, ya no me acordaba de las cenas con mis amigos y amigas, que venían a casa poco después de casarnos Marta y yo, y teníamos habitaciones para que se quedaran todos, lo pasábamos genial…

Pero ahora todo es distinto, llevamos una semana con Carlos y Elena de vecinos y organizan fiestas cada día, y por lo que se ve siempre invitan a quedarse a dormir a sus amigos. Seguro que cenan de puta madre, beben, hacen orgías entre ellos e incluso juegan al Tabú.

Yo he perdido todo este tipo de cosas, esas fiestas, esas borracheras con sus resacas y lo he perdido por culpa de haberme comprado esta casa con sólo 3 habitaciones, las tengo todas ocupadas y no podemos pensar en comprar otra casa, esta está bien, pero no podemos invitar a nuestros amigos.

Y los vecinos de arriba tienen las mismas habitaciones, pero tienen dos libres, además ellos follan más que Marta y yo, seguro que más de tres veces al día, y siguen teniendo espacio en casa para invitar a colegas y hacer de anfitriones.

Y yo también podría tener ese espacio si hubiera usado condón alguna vez.