miércoles, 11 de agosto de 2010

CAUSAS DEL ABSENTISMO ESCOLAR (sin revisar ni corregir)

Llevo tres semanas en el nuevo curso. Es horrible, como cada nuevo curso. Lo mejor que tiene es el timbrazo final, el que nos da las alas de libertad, el que nos deja marcharnos de aquel lugar. Llevo tres semanas y cuando pienso que aún me quedan ocho meses me cortaría las venas con la tiza de la pizarra.

Pero el problema no viene porque que lleve tres semanas y ya esté aborrecido del colegio, no. Viene porque cada vez que suena el timbre anunciando que son las 13.00 Madrid GTM, y me puedo ir a casa resulta que mi mochila no quiere, y no quiere porque se ha enamorado de la percha que la sujeta durante todo el día. “Claro” pienso yo, “todo el día juntos, durante 4 horas… el roce hace el cariño”. Pero me jode, porque no puedo volver a casa enseguida. Me cuesta casi media hora cada día que las asas de mi mochila Nike se despeguen de aquel trozo de metal inerte (igual que mi mochila) y nos podamos ir a casa.

Ahora de camino a casa estoy pensando la manera de poder acabar con este suplicio que me cobra 30 minutos de horas extra en el colegio. He pensado en no llevar más la mochila a clase, pero la industria editorial, los profesores y los fabricantes de material escolar se han puesto de acuerdo para que esto no sea viable. Con tanto libro de texto, uno por asignatura, a no ser que tengas workbook que se convierte en dos, es una carga imposible para llevarla con las dos manos humanas de un niño de 11 años.

He pensado en cambiar de mochila, llevarme una antigua que tengo. Pero no creo que sea la solución y es que yo creo que mi mochila actual es macho y las asas hembras, y que por eso se quieren, y mi antigua mochila es hembra, pero claro… tal como está el tema de la homosexualidad y lo irascible que está la sociedad con esto, es muy probable que esta mochila se enamore también de las asas y que me caiga algún castigo divino (no cristiano) por fomentar la homofobia.

Estoy hecho un lío. Llego a mi casa y pienso en contárselo a mis padres, pero descarto de inmediato ésta idea. Me parece ridícula:

- Papá, mamá, que siempre tardo en llegar del cole porque mi mochila se ha enamora…. (me da hasta vergüenza pensarlo).

Así que me acabo el plato de lentejas que mi madre ha preparado. “Tienen hierro, y eso es bueno para los estudios”, dice siempre que me ve la cara de asco. “El hierro que yo sepa es bueno para barandillas, para ortodoncias y para meterlo por el culo de los pollos que con patatas comemos cada domingo”. Me subo a mi habitación y sigo dándole vueltas al tema de cómo arreglar la relación tan escandalosa que han empezado a entablar mi mochila y el asa de la percha de mi clase.

Como me parece una cosa inverosímil, lo que hago es pensar en hechos reales que puedan darle una explicación a éste fenómeno. Pienso y miro en las correas de la mochila por si tienen un chicle pegado que es el que hace que se una tan férreamente a la percha. Descartado. No existe tal chicle. Quizá… no, tampoco. Descartado.

Está claro. Lo que hay es amor entre la tela mochilera y el frío hierro aguanta prendas. Y cuando digo esto se me enciende una luz: “No está enamorada mi mochila de la percha ni viceversa… son los materiales los que se quieren”. EUREKA!

La mañana siguiente llego al colegio 5 minutos antes, para hablar con el conserje.

- Genaro- le digo. -Tengo un problema de amor que creo que tú podrás solucionar- Termino.
- No me jodas niño. Que el año pasado ya tuve bastantes líos cuando los profesores se pensaban que le tiraba los tejos a la preciosa, sonriente, pizpireta y prometedora niña de 1º de primaria… - Me quedé con los ojos a platos. Y sacudiendo la cabeza para ver si así salía de mi cerebro esa asquerosa imagen (no soportaba a esa niña) le dije que la cosa no iba por ahí. Así que le conté la historia del idilio entre mi mochila y la percha y después de unos segundos de reflexión, Genaro empezó a partirse el culo. “Otro que no me cree” pensé.
- ¿Tu qué te crees que esto es el IKEA? Aquí no podemos ir cambiando el mobiliario por las buenas, no hay presupuesto. Si no hubierais pedido ese dispensador de revistas porno el año pasado a lo mejor algo se podría haber hecho, pero no hay dinero. Así que espero que tu mochila y la percha sean muy felices y que tengan muchas percha-mochilas que seguro que es un producto que algún empresario ya ha pensado-

Me quedé a cuadros. Se había creído la historia. No me tomaba por un loco. Pero tampoco me había solucionado el problema. Y yo pasaba de quedarme cada día media hora más en el colegio por culpa de un amor pasajero y adolescente. Así que tomé medidas drásticas.

Todos los días saldría de casa. Me dirigiría al colegio pero no pensaba entrar, así no me tendría que pelear con mi mochila. Y llegaría a casa a tiempo. Yo contento por no ir a la escuela. Mis padres también por tenerme en casa a la hora. Y la humanidad también porque cortaría de raíz lo que pudiera haber sido un monstruo: una mochi-percha.

1 comentario:

Clari dijo...

lo peor de todo es tener ese sentimiento de querer irse estando en el colegio. yo para disfrutar me compro lindos útiles y demás. por ejemplo antes de empezar me compre uan mochila en el nike del unicenter y zapatillas así me dan mas ganas de ir y me anote a un curso extra al finalizar el día de manualidades que hace que me quede todo el día en el colegio para poder asistir. te conviene hacer lo mismo, buscar alternativas y cosas nuevas para despejarte de lo que no te gusta