viernes, 18 de abril de 2008

1962...



Los dedos se tocaban a través de las ventanas del vagón, los dedos de los que se van con los dedos de los que se quedan. El tren estaba ya en marcha mientras su mujer y sus 2 hijos, con la respiración entrecortada, intentaban seguir el ritmo del convoy sin dejar de mirar las pupilas húmedas de su padre.

Se marchaba. ¿Cuándo volverá? Preguntaban los niños, ansiosos de respuestas maternas.
- No lo sé amores – les dijo su madre, con la mirada clavada en el humo de la locomotora que desaparecía en el horizonte.
- Pero seguro que cuando vuelva estará mucho mejor que ahora- acabó la frase intentando que ésta sirviera también para tranquilizarse ella misma.

Mientras madre, hijo e hija se quedaban de pie en el andén, esperando no seque, a que sucediera algo que ni ellos sabían, a que las cosas cambiaran en cuestión de segundos y que su padre volviera a estar a su lado, Roberto, sentado en el último vagón del tren, rodeado de personas que le eran igualmente extrañas como él a los demás, intentaba sentirse ceca de los suyos sacando algunas prendas que le habían dado para que viéndolas sintiera el calor, el amor y la proximidad de su familia por muy lejos que se fuera.

Entre sus dedos sostenía frágilmente el pañuelo blanco con las iniciales grabadas que su mujer le había dado para que cuando se sintiese solo lo oliera y así recordarla, y que supiera que nunca lo dejaría de querer. Buscando en su bolsa sacó una horquilla del pelo de su hija, era muy bonita, tenía forma de mariposa y su color rosado le recordaba mucho a su hijita, de mejillas del mismo color y cara sonriente. Apretó la horquilla contra su pecho mientras con la otra mano sostenía la goma de borrar que su hijo le había dado con la siguiente recomendación: “para que si te ocurre algo malo lo puedas borrar enseguida”. En un principio Juan, su hijo, quería darle unos calcetines para que no pasara frío, pero Roberto, como padre preocupado y atento le dijo que no, que los usara él para superar las frías noches que en diciembre helaban hasta las plantas de los pies allá en la zona de donde ellos venían. Así que le pidió la goma de borrar: “para que en el colegio no tengas que borrar nada y todo te salga perfecto”, le dijo a su hijo esa misma mañana.

Con todos estos objetos sobre las rodillas Roberto se sentía feliz al mismo tiempo que desgraciado; sabía que tenía el apoyo y el cariño de los suyos, pero el tren no detenía su viaje y cada vez se encontraba más lejos de casa.


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Història-Guió per a un còmic conjunt que algun dia durem a terme el dibuixant Pau Valls (pauvalls.blogspot.com) i un servidor (llevaml@).

2 comentarios:

Pau Valls dijo...

i tant que el durem a terme...

molt bo jord...

Pau Valls dijo...

per cert, em mola molt el relat anterior!