lunes, 25 de enero de 2010

Y en la terraza del ático...


El sol se estaba escondiendo detrás de los edificios altos, y en la terraza del ático del número 56 de la calle La Encina, unas plantas recibían los cuidados necesarios de mano de su dueño. “Tierra, agua y amor son las tres cosas necesarias para el correcto crecimiento y cuidado de las plantas.” Pensaba Martín mientras regaba las plantas de su terraza.

Martín, profesor de educación especial en un colegio bilingüe de la madrileña colonia de La Esperanza, ejercía esta profesión como si ésta se hubiera creado apropósito para él. Martín tenía una sensibilidad asombrosa, todo en cuanto realizaba en su vida lo cuidaba, lo mimaba y lo quería hasta tal punto que rozaba una forma de admiración patológica.

Su profesión lo era todo para él. Le encantaba entrar a las 9 de la mañana por la puerta de la clase y pasar horas y horas con sus alumnos. Le encantaba la música, y esto lo ponía en práctica todos los días con sus niños; repartía instrumentos musicales, que iban desde un simple tambor con una baqueta para marcar el ritmo, hasta una flauta dulce de la que se intentaba sacar una agradable melodía, dependiendo de las capacidades de cada uno de los chicos y chicas de la clase, los cuales recibían cada día a Martín y a sus instrumentos con unas ganas tremendas para empezar a tocar, porque les resultaba muy mágico escuchar que lo que estaban haciendo con aquellos artilugios, se convertía en una melodía.

Tanta pasión sentía Martín por la música que hasta les había puesto nombre de notas musicales a las plantas de su terraza. Pero no aleatoriamente, no. Martín dejaba muy pocas cosas al azahar. En la terraza de su pequeño ático sólo había siete clases diferentes de plantas, pero contaba con más de diez ejemplares de cada una de ellas, lo que hacía convertir su terraza en unos veinte metros cuadrados de flora. Aproximadamente unas cien plantas vivían y decoraban conjuntamente.

Los nombres a las plantas eran elegidos muy concienzudamente; la nota DO es la primera en la escalera, es una nota firme, segura de sí misma, suena a grandeza: DO.
A ninguna planta mejor que a la Colocasia le sienta esta nota. El DO casa perfectamente con esta Arum Colocasia, de hojas inmensas, tallo recto y firme y tan importante en sus países de origen orientales por el hecho que sus raíces tuberculares se usan para la alimentación. Una planta de estas características no podía recibir otro nombre que no fuera el de la primera y más grave de las notas.
Otra de las plantas que decoraba su particular Amazonas era la Mirabilis Jalapa, más conocida como Don Pedro, una planta que podía vivir en cualquier estación del año, de verdes hojas y de flores fragantes. Es una planta muy completa y por esta razón, debía ocupar el segundo lugar en el ranking particular de Martín. Y fue bautizada con el nombre de RE.

La nota MI le sonaba a Martín como suya, como “mía”, y él se consideraba una persona delicada, preocupada por su aspecto, que se cuidaba y que cuidaba a lo demás. Una persona muy suya que apreciaba la belleza y la consideraba pilar inamovible de este mundo. Una planta que reuniera todas estas cualidades que él defendía no podía ser otra que la Alegría. Y no sólo por su nombre, sino por sus cualidades florales también. La Impatiens, como se le denomina científicamente, es una planta que puede tener flor durante todo el año, fenómeno que hace muy feliz a Martín, tan amante de la belleza, y no contenta con mostrar sus flores durante todo el año, la Alegria dispone de hatsa tres colores en sus flores. El blanco, el azul y el amarillo convierten en esta planta en una de las preferidas por Martín.

El nombre FA, que a Martín le denotaba fragancia, gracias entre otras cosas al mítico anuncio del gel de ducha, que él usa y que le encanta como huele, no podía merecerlo ninguna planta más que la Hierba Luisa, conocida entre los expertos de la botánica como la Lippia Citriodora. Esta planta es un arbusto aromático de hojas pequeñas y tallos finos y largos, y que Martín usaba para ponerla en pequeñas bolsitas para que los dos baños de su casa olieran de una manera natural y agradable. Cada vez que salía al jardín para regar, para transplantar o simplemente para admirar la bonita muestra de naturaleza que poseía, no podía evitar pasar suavemente la palma de la mano por las hojas de la Hierba Luisa y olerse la mano de cuanto en cuanto. Le encantaba.

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Continuará...

2 comentarios:

Tonino dijo...

ei Jordi, no sabia que tenies un blog...et posse en la columna de favorits i et convide a passar per el meu.

salut¡¡¡

Pau Valls dijo...

Esta molt wai jordi aquesta història... té molt bona pinta, acaba-la!

un abraç desde Bruxelles!